viernes, 6 de abril de 2012

Atahualpa Yupanqui - 1985 - Un río que no cesa de cantar

Atahualpa Yupanqui - 1985 - Un río que no cesa de cantar

Después de 3 años con Don Ata pude llevar a cabo la propuesta que le hiciera en el año 82 de hacer un film recorriendo Argentina y los lugares que inspiraron su obra. El trabajo en el guion e hilo la historia a su manera y cuando estuvo listo llamo por teléfono y dijo “paisano, ya podemos hacer la película”.

En enero de 1985 durante 3 semanas recorrimos junto a Yupanqui y un “team” de televisión alemana, los lugares que el había recorrido a caballo durante su juventud...

Cerro colorado, a 1000 km de Buenos Aires, 170 de la ciudad de Cordoba, al lado de el rio de los Tartagos. Allí filmamos la casa de Atahualpa que el llamo “Agua Escondida”. Esa fue la casa de piedra que albergo a Yupanqui y su familia y que también fue refugio en momentos en que fue perseguido por el contenido de sus canciones.

Jujuy, la provincia donde se encuentra el pueblo de Huamahuaca, con montañas de colores y sus familias indias de raza quechua nos dieron abundante material fílmico para graficar la música que Atahualpa recopilo y donde obtuvo la inspiración de esa cultura ancestral para crear su majestuosa obra musical y poética.

Pudimos estar en la pampa argentina y admirar los bellos caballos criollos cabalgados por gauchos, cuyo galope inspiraron danzas de la pampa como el malambo y que reproduce tan reconocidamente la guitarra de Yupanqui.

Fueron 49 minutos de imágenes filmadas en 16 mm. Negativo bajo la dirección del documentalista catalan-aleman José Montes Baquer que ya tenia en su currículo retrato de otros maestros como Andres Segovia, Salvador Dalí, Hector Villalobos...

En el año del centenario de Atahualpa Yupanqui, este film adquiere un valor especial que amerita ser recordado para volver a imbuirnos de este espíritu que Yupanqui sabiamente transmitió y llevo por el mundo dándole la forma de un arte mayor y que lo hacen ser una de las piedras angulares de la música del mundo.

Atahualpa será siempre un rio que no cesa de cantar!
Alfredo Troncoso

Créditos

Título: Un río que no cesa de canta (porträt de Atahualpa Yupanqui)
Producido en: Alemania Occidental
Producción: SWF Badén- Badén + Macondo Film GMBH + Alfredo Troncoso West Deutscher Fresen Kóln
Dirección: José Montes Baquer
Año: 1985

Participación

Atahualpa Yupanqui y personajes de Córdoba, Cerro Colorado, Humahuaca, Jujuy, Provincia de Buenos Aires.

Entrevistas realizadas por el cantautor chileno Manuel García a: Vicente Feliú, León Gieco, Pablo Guayasamín (hijo del pintor Oswaldo Guasayamín), César Isella, Silvio Rodríguez, Patricio Manns.

Nota públicada por el diario Página 12 (Argentina) con motivo de la públicación de la pélicula en la edición del diario del día 01/11/2008.

Sábado, 1 de Noviembre de 2008
“UN RIO QUE NO CESA DE CANTAR”
La voz de la copla errante

El documental realizado en 1985 para la televisión alemana, dirigido por José Montes Baquer, presenta un retrato de Atahualpa Yupanqui. Las voces son la suya propia y la de Silvio Rodríguez, León Gieco y César Isella, entre otros.

Por Cristian Vitale
“Amo la naturaleza,
amo la música de Bach,
amo al árbol, al viento,
al caballo.”

La simbiosis de la figura de Yupanqui con los elementos de la naturaleza es, a trasluz de su historia, un axioma. No sólo su rostro rústico, como tallado en piedra, parecía portar el secreto milenario de un paisaje, sino también la integridad total de su ser. Sería, en tal caso, como la ontología de una estética. Don Ata, muerto hace diciséis años, puede estar todavía diciendo cosas a través de montañas, selvas y pampas, según él, “los tres misterios argentinos”. Y en todos ellos, claro, hay ríos que pasan. Por eso, entre los varios nombres que podrían haberse elegido para ilustrar un documental sobre él, Un río que no cesa de cantar emerge como el más apropiado. Durante 48 minutos, el mismo Roberto Chavero –nacido hace cien años ya– edifica entre relatos en off, imágenes, reportajes a sola voz y bellísimas melodías de guitarra una ajustada suma de su vida.

En enero de 1985 él tenía 66 años y la televisión alemana grabó el documental biográfico dirigido por José Montes Baquer, que mañana entrega Página/12 en formato DVD, con fotos de Gianni Mestichelli e interesantes testimonios de Silvio Rodríguez, León Gieco, César Isella, Vicente Feliú, Pablo Guayasamín y Patricio Manns sobre el trovador solitario.

“Atahualpa era un personaje inalcanzable en todos los sentidos. Lo vi actuar en el ’86, y cuando fui a saludarlo al camarín me ganó de mano. Me miró y me dijo: ‘¿Qué tal, don Gieco?, ¿me soportó?’. Quedé helado, pero después me di cuenta de que era un personaje muy pícaro”, dirá Gieco en su semblanza. “Ata es un tesoro de la cultura latinoamericana; es el arquetipo del payador”, agregará Silvio Rodríguez. “Toda su obra tiene que ver con el ombligo de la tierra, un creador de vida”, será el veredicto de Feliú. Artistas, todos, que no podrían haber prescindido de la siembra yupanquiana. Un devenir, el de Yupanqui, que ha sabido cruzar, como pocos, el alma de un pago –el sur del mundo– con la universalidad de una expresión única. Una universalidad que se hace presente en los compases cambiantes como paisajes que conlleva la enorme “Melodía del adiós”, tal vez la más sublime de todas sus melodías. O en “Malambo”, esa encrucijada entre la tradición criolla que pretende imitar el galope del caballo, con la herencia andaluza que permeó por algún lugar la danza de la Pampa. Todo en dos manos y una guitarra.

El documental está filmado mitad en Agua Escondida –la casa de Cerro Colorado a la que Yupanqui retornaba cada vez que la censura y las prohibiciones (una constante) recaían sobre él (“un refugio construido con amor y sacrificio, junto a un río que no cesa de cantar”, decía)– y mitad en las bellas profundidades de la Quebrada de Humahuaca, donde el trovador vivió allá por los ’40. Hay, entonces, locaciones en cerros, en desiertos cercados por cactus y en montañas coloradas. Inalcanzables. Gauchos de a caballo y kollas puros. Coquena y Pachamama. Alazanes e indios, dos de sus obsesiones. Cóndores y claras atmósferas como marco, donde Yupanqui aparece comentando los misterios del arte rupestre y milenario con pictogramas de llamas, víboras y cóndores de fondo (“Algo se dicen las piedras, a mí no me engaña el alma”). O admitiendo cómo devoró en su refugio Demian, El lobo estepario y Siddhartha, de Hermann Hesse. “¿A qué le llaman distancia? Eso me habrán de explicar. Sólo están lejos las cosas que no sabemos mirar”, recita Yupanqui, con la mirada lejana, y cuenta leyendas. Para él –y pese al cientificismo de su ideología– la quena no nació de la simple transformación tecnológica de una caña de bambú: “Viejo tocador de quenas / silencio, bronce y dolor / angustia de cinco notas que nunca nadie escuchó (...) milagro que no se hiciera de piedra su corazón”.

Pocas veces aparece con gente. Apenas una, tomando mate con ciertos amigos en la mesa pequeña del patio. Y después, solo, cruzando el río de los Tártagos por un puente enclenque; tocando “Caminito del indio” o la misma “Melodía del adiós”, iluminado por tres faroles de noche y una fogata. Siempre solo, como un poeta de la inmensidad. Carismático y silencioso. Cósmico y –¿por qué no?– psicodélico. Al cabo la magia de sus dedos, sus tejidos armónicos, ¿no transforman la cosa en una experiencia límite? “Vivir padeciendo ausencias parece ser mi destino (...) La soledad es muy buena compañera. Es un estado que se debe respetar profundamente. Soledad fue la de Cristo, por ejemplo. ¡Qué soledad! Un hombre que tenía el mensaje, la palabra y, sin embargo, qué solo debió sentirse cuando dijo esas famosas siete palabras: ‘Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’. Si él se sintió solo, siendo lo que era, a nosotros, entonces, ¿qué nos queda?”

Un río que no cesa de cantar es el registro vivo de un Yupanqui lúcido, pero con achaques. Un Yupanqui que ya presagiaba, luego de un infarto y un edema pulmonar que cada tanto renacía, un deseo: “El día que yo me vaya para el gran silencio, quisiera constituirme en lo anónimo. En un ser desconocido, sin nombre, sin imagen. En una copla errante”. Es el que muchos llaman el último, el tardío, el zen. El que le daba vuelta a sus agnósticas “Preguntitas sobre Dios” con dudas más existenciales. “Hay algo que me preocupa profundamente: Dios, en verdad, ¿creerá en mí?” Los que creen, en todo caso, son aquellos que, gracias a su obra, jamás permitirán que se cumpla su deseo. Yupanqui nunca será anónimo.


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Versión DVD
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2 comentarios:

Gastón Adonay dijo...

Mira TIQUICIA eres un regalo, pero te veo que estás muy solo, ¿no será que los que te conocemos te demos a conocer?
Haré que tus lugares sean únicos y para todos y te conquistaré con gente que te necesita, pues estás siendo pasado por alto y eso no lo permitiré. Dame un poco de tiempo.
Saludos y prepárense que habrá jubileo en TIQUICIA

Garabito dijo...

jajaja, gracias Gastón!

Y bueno, se hace lo que -poco a poco- se puede, aportando un granito en la difusión de obras no tan accesible...